sábado, 29 de octubre de 2011

No te vayas...

El teléfono sonó. Yo conocía ese número, pero ese día había algo distinto. Parecía como si la persistente melodía me avisara de algo. Pero... ¿de qué? Descolgué el aparato. ¿Diga?
-Hola. Tengo que comentarte una cosa - algo en su tono de voz me alarmó. Yo sabía que por teléfono no solía ser muy expresivo, pero lo conocía demasiado bien como para no notar la diferencia.
-Dime, te escucho - traté de aparentar que no había notado nada, pero la voz me salió demasiado baja, tal vez ridícula.
-Necesito que te pases por mi portal. En cinco minutos, ¿vale? Te espero.
Ya había colgado cuando recuperé el habla. Me vestí, a tal rapidez que ni me preocupé de mi aspecto. A los dos minutos estaba allí. Jadeando, me acerqué a él. Y comenzó a hablar. A cada palabra que pronunciaba, mi mundo iba perdiendo los colores, uno por uno, hasta quedar pintado de blanco y negro.
-Me marcho. Mis padres han encontrado un puesto de trabajo mucho más remunerado, y no precisamente cerca - tomó aire, y lo soltó de un tirón-. Nos mudamos a Alemania.
Negro. Todo negro. Palidecí y le miré con los ojos muy abiertos.
-¿Hasta cuando? - Me miró con cansancio, y las palabras que pronunció después eliminaron hasta el negro de mi universo; ya no quedaba nada.
-Hasta siempre.
No era posible. Mi mejor amigo se iba. Para siempre. Le miré. Mis lágrimas ya hablaban por mí, pero murmuré:
-Por favor... por favor, no te vayas. Te necesito a mi lado. Eres mi mejor amigo, no puedes dejarme sola... por favor... - mi voz se quebró.
-No te dejaré. No mientras me recuerdes. - Hizo una pausa. - Estaré en cada latido de tu corazón cuando te enfrentes a lo desconocido. Nunca lo olvides.
Le dí el mayor abrazo que nunca le había dado a nadie, y le susurré al oído:
-No voy a prometerte que no soplarán vientos fríos, por eso, cuando encuentres tiempos difíciles y te rodeen los miedos, envuelve mi cariño a tu alrededor. Nunca estarás solo, ¿me oyes?
Él correspondió a mi abrazo de buena gana. Mis sollozos mojaron su camiseta, y el tiempo transcurrió lentamente entre lágrima y lágrima.
Y así me encontraba cuando sonó el despertador.

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