domingo, 27 de noviembre de 2011

Porque es verdad.

Es como gritar, pero sin que nadie te oiga. Te sientes avergonzada de que alguien sea tan importante... de que sin él te sientas como si no fueras nada.
Nadie podrá entender cuánto te duele; te sientes sin esperanza, como si nada pudiera salvarte. Y cuando todo se termina y él ya se ha ido, hasta deseas que todo lo malo regrese, para que al menos también puedas tener lo bueno de vuelta.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

No intentes buscar coherencia... no la hay.

Otra vez igual. Espera, lo conseguí... se me fue. ¿O debería decir que volvió? No lo entiendo ni yo, ni siquiera tiene lógica lo que acabo de anotar en mi libreta de apuntes de Geografía. Todo por su culpa, ¿o debería decir por la mía? No lo sé, porque la que soy demasiado estúpida soy yo, pero él es el causante de mi estúpidamente estúpida frase escrita ante mis ojos, en la que no se sabe qué estupidez pone. Porque entre las palabras, encontrando huecos entre los símbolos que las forman, se encuentra cada letra que compone su nombre. Venga, otro pequeño esfuerzo... nada, no merece la pena. Me rindo. En el momento en el que esa derrota se percató de su victoria, no digo miles, pero si un par de recuerdos a los que no les había concedido importancia antes tomaron forma en mi mente y me reproché a mi misma, tal vez por enésima vez, o tal vez más, no haber tenido el suficiente tacto para no haber provocado lo que ahora sucedía. Le perdí. Lo veía en cómo me ignoraba, en cómo cuando miraba en mi dirección yo era un cristal transparente para él, en cómo había cambiado su carácter, por lo menos bajo mi punto de vista. En todo.
Le perdí. Por el día tonto, o por el tonto de todos los días. El bolígrafo se me escurre entre las manos, pero no me importa. Le perdí.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Hoy me apetece...

Dream your dream.
Esta noche tenía ganas de soñar. No me apetecía nada en concreto, más bien era un deseo impreciso provocado por mi subconsciente, pero tenía una justificación: él no me habla. Hace aproximadamente un año que nos conocemos, y todavía recuerdo mi expresión de perplejidad cuando me puso una "carita feliz" por el chat a modo de saludo, y desde entonces nos hablábamos casi a diario, y era él, entre otras personas, el que lograba sacarme esa sonrisa de felicidad que en los malos momentos me resultaba casi imposible esbozar. Sin embargo, demostrando que los refranes no suelen fallar, el que reza No hay mal que por bien no venga se cumplió hace apenas dos semanas cuando mi bien recibió su (in)justa dosis de mal. Simplemente, los dos estábamos en el lugar equivocado en el momento equivocado, y yo tenía los cables cruzados porque no había sido precisamente mi mejor día. Quizás fui demasiado cortante, puede que mi "lenguaje corporal" hablase más de lo que mi boca quería revelar (aunque mi mejor amiga está empeñada en que tengo que despertar a mi lado malvado) o, recurriendo una vez más a frases de canciones, tal vez la culpa es de los dos, pero el castigo es para mí. No lo sé, ni me importa, porque esta noche mi prioridad cuando cerré los ojos llenos de lágrimas era arreglarlo todo al precio que fuera.
No soñé nada.