Simplemente, pequeños relatos que tratan de emocionarte, pretenden que afrontes la vida desde otro punto de vista y, sobre todo, intentan hacerte sonreír. Y sube el volumen ;)
viernes, 23 de septiembre de 2011
Los libros
Ellos solo ven puntos. Diminutos puntos de tinta colocados de tal manera que forman un símbolo, también denominado letra. Saben pronunciar cada una de las veintisiete letras por las que está formado nuestro alfabeto. También conocen el procedimiento mediante el cual se unen las grafías ordenadamente, formando palabras, y estas, a su vez, formando oraciones. Son capaces de leer varias palabras seguidas, incluso pueden llegar a leer frases enteras. Pero les falta algo.
En cuanto tienen un libro entre las manos y abren la primera página escrita, les asalta un breve acceso de pánico. ¿Cómo es posible que a alguien le interese, mínimamente, el sentido de todas estas palabras? Y comienzan a descifrar el contenido del relato, pero solo frase por frase, sin llegar a unir dos de ellas para formar una idea.
Yo, no. Para mí, una oración no tiene sentido sin la siguiente, ni la que ocupa el número ochocientos cuarenta y siete. Cada una de ellas transmite algo: un olor, un sonido, incluso un sentimiento. No; hay que cohesionarlas de modo que los personajes cobren vida delante de tus ojos y, en ese momento, ya no ves las palabras delante tuyo, sino que ves a unos actores representando el papel para el que fueron creados. Unos actores que, al contrario que en las películas, tienen el cuerpo, la voz y los rasgos que se imagine cada lector.
Ahí está el disfrute de la lectura: esas personas te relatan su historia, a cambio de cobrar vida al mismo tiempo que alguien abra el libro, el cual almacena, a su vez, pequeños recuerdos de cada lector en cada página que ha leído.
Y eso, hay personas que no lo comprenden, no lo consiguen, o ambas cosas. Pero hay otras que sí lo hacen. A todas ellas es a quien va dirigido este relato.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario